Hace años, decidí que tenía que ponerme a dieta. Sin esperarlo, esta experiencia vital me llevó a un viaje de descubrimiento en el que comprendí, que hacer dieta no se basa en pasar hambre, y te voy a desvelar aquí todos los secretos que descubrí.
La temida dieta
Recuerdo perfectamente el primer día que me puse a dieta. Era esa dieta insulsa de esas que te prohíbe comer de todo y que te hace pasar hambre. Tenía la cocina llena con todo tipo de verduras nada apetecibles y pensé: ¿En serio?… ¿así será mi vida a partir de ahora?
Y es que, la verdad, no tengo pruebas, pero tampoco dudas de que ¡hacer dieta engorda!
Ciertamente, con el tiempo y no poco sacrificio, conseguí perder el peso que quería, pero aquello era insoportable. Yo no era feliz y solo quería volver a comer como antes.
Así que me puse a buscar alternativas, probé todo tipo de dietas absurdas que sí, reducían mi peso, pero que me hacían tremendamente infeliz, y descubrí por las malas, que aprender a comer saludable era insostenible para mí y que me provocaba una gran frustración.
Estuve a punto de aceptar que así sería mi vida de ahora en adelante: hacer dieta y adelgazar, dejar la dieta y engordar,… ¿será siempre así?, por suerte, no soy una persona conformista y estaba convencida de que tenía que haber una solución para esto… ¡y la encontré!
Y es que me di cuenta de que comer saludable no bastaba, porque mi salud no estaba solo en mi cuerpo, sino también en mi mente. La dieta más saludable del mundo no es saludable si no te comprometes con ella siendo feliz en el camino.
¡Esa era la clave! Cambiar por dentro para cambiar por fuera. Y me pregunté: si cuando queremos perder peso vamos al nutricionista o al endocrino,… ¿será una locura ir al psicólogo para perder peso?
Entonces me puse a investigar y descubrí que existían estudios científicos que mostraban evidencias de que el cerebro juega un papel muy importante a la hora de perder peso, y ahora os explicaré todo lo que descubrí por el camino, una auténtica historia de superhéroes y villanos en la que el cerebro juega en nuestra contra.
Los 3 grandes enemigos de comer saludable
Existen tres supervillanos en esta historia, son los tres enemigos de la alimentación saludable:
El primer villano: nuestro sistema de recompensa cerebral
Ciertamente, si el ser humano no hubiera mostrado interés por comer, nos habríamos extinguido hace millones de años. Para que esto no ocurriera, nuestra fisiología se ha encargado de crear un sistema que nos recompensa a través de la comida lo que por contra, nos provoca alguna que otra mala pasada.
la primera faena que nos hace nuestro sistema de recompensa es que se hiperactiva ante alimentos altamente calóricos, ricos en grasas y azúcares.
la segunda mala pasada del sistema de recompensa es que ese placer no solo se produce cuando comemos ese tipo de alimentos, sino también cuando pensamos en ellos.
A pesar de sus inconvenientes, el sistema de recompensa cerebral ha sido vital para nuestra supervivencia, porque, si ya nos resulta complicado levantarnos del sofá cuando no alcanzamos el mando a distancia, o para ir a comprar al Súper, no quiero ni pensar que habría sido de nosotros sin este sistema de recompensa anticipatorio para ir a cazar o a recolectar.
El segundo villano: el ambiente obesogénico
El segundo villano de esta historia es el ambiente obesogénico en el que vivimos. Y es que la Industria del marketing conoce perfectamente este sistema anticipatorio de placer y lo aprovecha bombardeándonos constantemente con anuncios de hamburguesas, pizzas, bollería, etc. que nos llegan continuamente por todas partes, por la TV, Internet, en la parada de autobús, en nuestro buzón de casa…
Comemos mucho, muchísimo más de lo que necesitamos; y es que es tan fácil… a solo tres clics: Toc, toc, ya tienes 1.000 calorías llamando a tu puerta.
Pero no toda la culpa es de la Industria y del marketing, el problema también está en ambiente, en nuestra gente, nuestro entorno y es que se hace verdaderamente complicado comer saludable cuando todo gira en torno a celebrar comiendo.
El tercer villano: nuestro sistema de aprendizaje
Y llegamos al último de nuestros enemigos a batir, nuestro sistema de aprendizaje. Y es que esto no es nuevo, existen estudios de 1995 que ya nos decían que hemos aprendido a comer para gestionar nuestras emociones y no para nutrirnos.
Y es que és de lo más habitual ver a los padres, con toda su buena intención, premiando o castigando a sus hijos con comida: si te portas bien tendrás un postre de chocolate… si te portas mal, te quedas sin helado… y de esta manera tan simple es como polarizamos los alimentos en blancos y negros.
Ahora que tenemos toda esta información, y conocemos a los tres villanos de esta historia, quizás ya no se hace tan extraño eso de ir al psicólogo para perder peso, ¿no?
El estigma de la pérdida de peso
Ciertamente, esto de perder peso puede sonar algo hipócrita o superficial, un tema simplemente estético. Y no es que la estética no sea importante, pero esto no va de eso.
La OMS ya advierte que cada año mueren en Europa 1,2 millones de personas por causas relacionadas con el sobrepeso y la obesidad y es por lo que creo que necesitamos tomar las riendas porque nuestra salud está en juego.
Los superhéroes de esta historia: la psicología de la nutrición
Y ahora por fin llega el turno de los héroes de nuestra historia, y de la psicología de la Alimentación o la psiconutrición que viene al rescate. Y es que necesitamos reprogramar nuestro cerebro para ganar la batalla de la alimentación desde dentro, para persuadirnos a nosotros mismos, y para eso necesitamos los superpoderes que la psicología puede proporcionarnos.
Todo superhéroe necesita un supertraje y este no es otro que el de nuestra autoestima, porque cuando tú te quieres y te respetas, te cuidas por amor, no por obligación. Lo haces para poder viajar y caminar, para jugar con tus hijos, para exprimir la vida al máximo, porque en realidad, la autoestima se fundamenta en sentirnos capaces y valiosos.
Y para ser capaces de hacer aquello que a veces no nos sentimos capaces de conseguir, necesitamos disciplina.
Esa disciplina, por desgracia, se entiende muy mal, la interpretamos como un castigo y en realidad la disciplina es la mayor muestra de amor propio que puede tener una persona, es la capacidad de hacer aquello que no nos apetece hacer pero que sabemos que merecemos, como por ejemplo: hacer deporte, dormir suficiente, hablarnos con respeto, y por supuesto, comer saludable.
Ahora que ya tenemos el traje, como si fuéramos parte de los vengadores, necesitamos rodearnos de un equipo adecuado de personas que nos acompañe en nuestra misión. Necesitamos aprender a gestionar nuestro entorno, necesitamos aprender asertividad para apartarnos de ambientes tóxicos, para romper miedos sociales y saber decir que no cuando es que no, para que no nos importe tanto la opinión de los demás. Necesitamos aprender habilidades sociales para acercarnos a personas que nos hacen mejores y que nos potencian.
Llega el turno de los superpoderes
Ahora que ya tenemos el traje y ya tenemos el equipo, llegan los superpoderes.
El primer superpoder del que disponemos, que es bastante molón por cierto, es la súper-elasticidad. Y es que lo primero que necesitamos entender es que hemos ser más flexibles, no podemos ser radicales, no podemos pasar de golpe de todo a nada, del blanco a negro.
Hay corrientes de la nutrición que hablan que hay que comer un 80% saludable y un 20% no saludable… ¿eso está bien? Pues depende, porque recuerda que la salud es global, y eso incluye la Salud Mental; necesitamos encontrar nuestro punto de equilibrio y mejorar un poquito cada día.
El segundo gran superpoder es el de la metamorfosis. Necesitamos gestionar nuestras emociones. Y es que, os cuento un secreto, la mayoría de las veces que tenemos hambre, no es hambre, es ansiedad. Y es que hemos aprendido a través de un condicionamiento a asociar esas sensaciones físicas con esa hambre emocional.
Seguro que te suenan estas historias: vamos a comprar una barra de pan y de camino a casa tenemos que ir comiendo un trozo porque no podemos esperar, o cuando estamos cocinando y vamos picoteando porque nos morimos de hambre… son ejemplos de hambre emocional.
Hay ciertas pautas que nos permiten saber cuándo se trata de hambre emocional: cuando no podemos esperar y tenemos la necesidad de comer ¡ya!, cuando necesito comer un alimento en concreto, si después de comer surgen emociones como la culpa o el malestar… todo esto no es hambre, es ansiedad.
Y el último superpoder, el más loco de todos, es el que necesitamos para aprender a leer nuestra propia mente, y es que vosotros, no sois vuestros pensamientos.
Es cierto que la mayoría de veces sí pensamos de una manera racional, objetiva, lógica, congruente con nuestros valores, pero otras veces toma las riendas lo que yo llamo un mono al volante, como si de repente, la parte más emocional de nuestro cerebro, empezará a lanzar pensamientos boicoteadores automatizados, porque ese mono, no entiende de la industria, de marketing, ni de hambre emocional. Él solo piensa que tienes hambre y te dice cosas como: por un trocito no pasa nada; es que no lo soporto; no tengo fuerza de voluntad; es que por qué todos pueden hacerlo y yo no; solo será un bocado y ya está,… y nosotros vamos y nos lo creemos.
Necesitamos aprender a gestionar este mono, a gestionar nuestros pensamientos
El momento del cambio y la reflexión
En este momento, ya tenemos todas las herramientas; tenemos el traje, tenemos el equipo, tenemos los superpoderes,… así que ya podemos cambiar.
Pero entonces me planteo; esto de cambiar, de comer saludable, ¿para qué? para estar mejor y ser feliz, ¿no?
En realidad, esto de ser feliz tiene mucho que ver con la capacidad y la sensación de sentirnos libres, de sentir que podemos elegir la vida que queremos llevar, y yo me pregunto:
¿Quién es más libre, aquel que come lo que quiere cuando le apetece, o aquel que elige lo que quiere comer, aunque a veces vaya en contra de sus impulsos?
¿Soy libre cuando me apetece comer un pastelito y me lo como? ¿o cuando no me apetece hacer deporte y no lo hago? ¡no somos libres! y es que somos esclavos de nosotros mismos.
Y ese fue exactamente mi error aquel primer día de dieta, porque es cierto que me faltaba el traje, me faltaba el equipo, y también los superpoderes, pero el verdadero error fue no conocer una verdad que está detrás de todo cambio de hábito; y es que deseo y felicidad suelen ser incompatibles, porque el deseo es el corto plazo, el hedonismo, el aquí y ahora, el placer; en cambio la felicidad está relacionada con tu propósito de vida, con la persona que quieres ser y en quién te quieres convertir.
Así que, en mi caso, aquel primer día de dieta necesitaba entender que podía decir: me apetece comer de esta manera, pero no quiero comer de esta manera, y sonreír y ser feliz en el camino y ahora que conocemos todo esto, ya no parece nada de locos pensar en ir al psicólogo para perder peso, ¿verdad?
Dicen que no hay más ciego que el que abrió los ojos y decide volver a cerrarlos. Mi consejo es que tengáis los ojos bien abiertos porque necesitamos tomar las riendas de nuestra vida, merecemos ser felices y la felicidad se parece mucho más a un mar en calma, que a una montaña rusa.
Muchas gracias y feliz vida.
