La terapia familiar sistémica representa un enfoque distinto a las psicoterapias clásicas como el conductismo o el psicoanálisis. En los modelos clásicos, el objetivo es identificar aquellos conflictos propios de la conducta del sujeto; sin embargo, la terapia familiar se centra en el contexto en el que está inmerso el individuo.
En este sentido, el síntoma traído a consulta representaría un mensaje relacionado con la configuración del sistema familiar. Así, el terapeuta se encargará de identificarlo y llevar a cabo técnicas específicas para generar patrones relacionales menos conflictivos.
¿En qué consiste la Terapia Familiar Sistémica?
La familia es el núcleo de la vida social, por este motivo, es difícil comprender realmente a un sujeto si no tomamos en cuenta el ambiente en que se desenvuelve. Debido a esto, la terapia familiar ha tomado fuerza en los últimos años, pues mantiene una visión holística, dándole importancia a las relaciones interpersonales y los componentes que surgen a partir de éstas.
Este enfoque no se basa en la personalidad o la conducta individual, sino en la familia como un organismo que se comunica y funciona como sus propias pautas. En este sentido, cada una de las personas que lo constituyen son componentes de un sistema y danzan a un mismo ritmo. Aun así, en ocasiones se generan asincronías o patrones que generan malestar, siendo el momento idóneo para la intervención de un terapeuta familiar.
Función y utilidad del síntoma en terapia familiar
De manera general, la palabra síntoma se asocia con enfermedad o malestar, sin embargo, en el área de la psicología puede tener una connotación distinta. Bajo ciertos enfoques, un síntoma podría considerarse como un mensaje que el psicoterapeuta descifra junto al consultante. Así, el síntoma puede llegar a ser considerado un elemento de valor al que hay que prestarle mucha atención dentro del espacio psicoterapéutico, en vez de un problema que debe ser eliminado inmediatamente.
Dentro de una familia, suelen presentarse tensiones y conflictos, productos de patrones de comportamiento disfuncionales, comunes a todo el sistema. No obstante, la familia no suele reconocer la existencia de un problema en conjunto, sino que se lo atribuyen a uno de sus miembros. En la terapia familiar, se le llamará a este individuo “el miembro portador del síntoma”, quien carga un mensaje de lo no resuelto en el grupo familiar. A través de este paciente, el síntoma nos muestra los secretos, mitos, lealtades y exclusiones que caracterizan a ese núcleo en particular.
El síntoma es una forma disfuncional de comportarse dentro del núcleo familiar, es como un fragmento de conducta que ejerce efectos profundos sobre todos los que rodean a la persona, la cual es identificada como “el problema”.
El síntoma comunica, esta es su función principal, es tremendamente útil y por eso es fundamental para entender que está sucediendo en el sistema, ya que define la situación familiar y se integra dentro de las reglas de la propia familia.
En ocasiones el síntoma protege y encubre, y a la vez libera de responsabilidad a quien lo porta (Bateson, 1972). También distrae la atención de problemas mayores en la familia que, de afrontarlos, directamente supondrían un peligro para el sistema. Por otra parte, el síntoma puede otorgar durante su permanencia otro status a la persona que lo expresa, y sobretodo el síntoma da a entender que la situación familiar es insostenible, además la incertidumbre generada por determinadas situaciones que creemos irresolubles, es intolerable para el ser humano (Hoffman, Lynn (1992)), y esto requiere de una transformación, de cambios cualitativos de segundo orden. Es por esto que entender el síntoma es la pieza angular sobre la que se sostendrán las futuras intervenciones del terapeuta sobre la familia.
Muchas veces la presencia del síntoma es la única forma o el último recurso que la familia, como sistema, encuentra para sobrevivir y evitar la desintegración o el surgimiento de problemas peores.
Así, el síntoma en el enfoque sistémico no se entiende como algo negativo, ya que de alguna forma equilibra y otorga supervivencia a la familia. La conducta perturbadora expresada a través del síntoma se da en la interacción, en relación con alguien y a su vez esta interacción disfuncional hace que se mantenga mientras subsista la necesidad familiar que dio origen al síntoma.
El síntoma resulta útil puesto que es fundamental para entender que está sucediendo en el sistema. Entendiendo a la familia como un sistema en constante interacción de sus miembros, cada una de las reacciones de éstos influye en el resto, es un proceso circular en el que todos influyen en todos y, por tanto, la relevancia del síntoma nos aporta información respecto al funcionamiento de la familia.
Así, muchas veces el causante y a la vez agravante del síntoma, es el sistema al cual pertenece y que no consigue llevar a cabo una evolución positiva sino, más bien, un estancamiento. Por eso cuando aparece un síntoma en un miembro del sistema, será necesario comprenderlo dentro del sistema donde apareció y en sus interacciones, ya que es una metáfora de la dinámica familiar.
Técnicas en terapia familiar
Así pues, el síntoma se entiende como “algo que emerge” del sistema familiar disfuncional para modificar su estructura estable, para provocar un cambio funcional. Con dicho cambio lo que se busca es modificar las pautas relacionales de los miembros que conforman el sistema para que adquieran roles diferentes y cambien sus posiciones, modificando al mismo tiempo su percepción subjetiva de la realidad y, por ende, la estructura del mismo.
Teniendo esto en cuenta, algo importante en el abordaje del síntoma es insertar un tipo de cambio que devuelva la funcionalidad a la familia, y para lograrlo ha de crearse un sistema terapéutico que incluya al terapeuta como herramienta activa que ayude a la familia en el proceso de cambio.
Por otro lado, desde el enfoque sistémico se apoya la idea de que, de alguna forma, el pasado queda reflejado en las interacciones actuales del sistema, por lo que otro elemento a tener en cuenta sería la búsqueda de la modificación de las pautas interaccionales presentes en el momento de la intervención (Minuchin, 1981).
Una vez identificada la problemática y al miembro portador del síntoma, el terapeuta familiar utilizará diversas técnicas que permitirán unir al grupo familiar en pro al cambio. Así, la terapia familiar se lleva a cabo bajo el siguiente encuadre:
1. Coparticipación
Se refiere al modo y al nivel de implicación del terapeuta dentro del grupo familiar. Ante todo, el psicoterapeuta debe centrarse en conocer a fondo las dinámicas familiares e introducir la posibilidad de cambio. Aun así, es necesario mantener el respeto por las reglas y límites ya establecidos en el sistema familiar, por lo que los cambios nunca se darán de manera abrupta.
2. Cuestionamientos
Tal como se ha mencionado anteriormente, el síntoma permite mantener las dinámicas familiares ya establecidas, aunque éstas se vuelvan disfuncionales. Es decir, los miembros ya están acostumbrados a su manera particular de proceder. Por lo tanto, es necesario hacer cuestionamientos respecto a la estructura y realidad familiar, tomando en cuenta la perspectiva de cada uno de sus miembros. De esta manera, abrimos la posibilidad de comenzar a vivir de forma distinta.
3. Escenificación
Para esta técnica, el consultorio se vuelve un escenario, en el cual el psicoterapeuta participa como espectador y director. Para iniciar, le pide a los miembros de la familiar que escenifiquen la problemática tal como se presenta en casa. Gracias a esta técnica, podrá observar de forma realista las causas y efectos de las pautas de comunicación familiar. En segundo lugar, le pedirá a los participantes que interaccionen de manera distinta a lo habitual, dirigiendo la situación hacia otro resultado.
4. Desequilibramiento
El desequilibramiento consiste en modificar la jerarquía ya establecida y llevar a los miembros a ejercer roles distintos a los usuales. Por ejemplo, en la técnica de alianza alternante, el terapeuta le atribuye a cada miembro prácticas diferentes y complementarias. Así, en vez de competir por la jerarquía, los participantes explorarán formas de relacionarse en un marco más amplio.
5. Complementariedad
En nuestra sociedad, el enfoque se encuentra en la lucha por el triunfo individual, opuesto a la concepción sistémica. La terapia familiar sistémica se apoya en la idea de que el ser humano no puede entenderse fuera de su contexto; siendo la familia parte uno de los ambientes principales en los que se desenvuelve el individuo. Por tanto, la intención de la complementariedad es brindar la idea de unión e identidad como grupo familiar, en vez de diversas identidades que coexisten sin tomar en cuenta al otro.