La memoria semántica es un componente del sistema de memoria a largo plazo que se ocupa de almacenar y recuperar información general y conceptual, es decir, el conocimiento que acumulamos sobre el mundo que nos rodea.

La memoria semántica es esa parte esencial de nuestro cerebro que nos permite almacenar y recuperar este conocimiento general, que nos permite comunicarnos, comprender y razonar y aquí te explicaremos las características principales de la memoria semántica, su funcionamiento, los aspectos más destacados y cómo influye en nuestra vida cotidiana.

Adentrándonos en la memoria semántica

La memoria semántica es como un gran archivo de conocimientos almacenados en nuestro cerebro que nos ayuda a reconocer objetos, comprender el significado de las palabras y realizar razonamientos abstractos. A lo largo de nuestra vida, vamos acumulando información sobre el mundo que nos rodea y sobre cómo funcionan las cosas y todo este conocimiento se almacena en la memoria semántica y nos permite luego interactuar con nuestro entorno de manera efectiva.

Por ejemplo, cuando entramos en una cocina, podemos reconocer que un horno se utiliza para cocinar, una nevera para conservar alimentos y un fregadero para lavar los platos, gracias a la información almacenada en nuestra memoria semántica, obtenida a partir del aprendizaje y de nuestras experiencias previas.

Las características de la memoria semántica

La memoria semántica forma parte de la memoria declarativa, que se refiere a aquel conocimiento que podemos expresar verbalmente y recordar de manera consciente.

Podemos dividir la memoria semántica en dos tipos, la memoria implícita y la memoria explícita. La memoria implícita es la que utilizamos de forma automática y sin esfuerzo consciente, como cuando comprendemos el significado de una palabra que acabamos de escuchar sin necesidad de tener que pensar en ello.

En cambio, la memoria explícita, sí requiere un esfuerzo consciente para recordar información, como cuando intentamos recordar la capital de un país.

Una de las características más importantes de la memoria semántica es su independencia del contexto; a diferencia de la memoria episódica, que se enfoca en eventos específicos y experiencias personales, la memoria semántica es independiente del contexto en el que se adquirió la información, así, por ejemplo, podemos recordar que el agua hierve a 100 grados Celsius sin necesidad de recordar cuándo o dónde aprendimos ese dato.

La información almacenada en la memoria semántica es estable y duradera, resistiendo el paso del tiempo y el olvido, además, se organiza jerárquicamente, lo que significa que los conceptos almacenados quedan agrupados en categorías y subcategorías, facilitando la recuperación de información relacionada. Por ejemplo, si pensamos en la categoría de «frutas», es probable que recordemos fácilmente subcategorías como «cítricos» o «tropicales» y conceptos relacionados como «naranja» o «piña».

La memoria semántica en acción

La memoria semántica desempeña un papel fundamental en nuestras habilidades sociales y comunicativas, y nos permite comprender las normas culturales y las expectativas sociales, lo que facilita la interacción con los demás. Por ejemplo, si viajamos a otro país, la memoria semántica nos ayuda a recordar las costumbres y normas sociales de ese lugar, como el hecho de que en Japón se considera de buena educación inclinarse al saludar, en lugar de dar la mano.

Además, la memoria semántica es crucial para nuestro proceso de toma de decisiones y resolución de problemas, ya que nos permite utilizar el conocimiento previo para abordar situaciones nuevas y desconocidas. Por ejemplo, si te enfrentas a la tarea de montar un mueble, aunque no hayas montado antes ese modelo concreto, puedes utilizar tu memoria semántica para recordar conceptos y herramientas generales, como el uso de un destornillador para apretar tornillos.

Incluso en actividades cotidianas como cocinar, la memoria semántica juega un papel importante al permitirnos recordar los ingredientes y pasos necesarios para preparar una receta. Por ejemplo, podemos recordar que para hacer una tortilla de patatas necesitamos patatas, huevos, aceite de oliva y sal, y que debemos freír las patatas antes de mezclarlas con los huevos batidos.

La memoria semántica también nos ayuda a entender y apreciar el arte, la música y la literatura, al proporcionarnos el conocimiento cultural y contextual necesario para comprender y disfrutar de estas expresiones creativas. Por ejemplo, podemos entender el simbolismo de una pintura al reconocer los objetos y figuras representados y relacionarlos con nuestra memoria semántica de conceptos y creencias culturales.

También resulta fundamental en la adquisición de nuevos conocimientos y habilidades. Al aprender un nuevo idioma, por ejemplo, nos ayuda a recordar el significado de las palabras y las reglas gramaticales, lo que nos permite comunicarnos de manera efectiva en ese idioma.

La memoria semántica también nos permite desarrollar habilidades en campos como la matemática, la ciencia y la filosofía, al proporcionarnos el conocimiento previo necesario para comprender y aplicar conceptos y teorías más avanzadas.

En definitiva, la memoria semántica es un componente fundamental de nuestra capacidad para recordar y comprender el mundo que nos rodea al permitirnos almacenar y recuperar información general y conceptual, lo que nos ayuda a interactuar con nuestro entorno, comunicarnos de manera efectiva y tomar decisiones informadas.

Aunque la memoria semántica a menudo funciona de manera automática y sin esfuerzo consciente, es un tesoro invaluable de conocimiento que nos ayuda a navegar en nuestras vidas diarias. A medida que continuamos acumulando información y experiencias, nuestra memoria semántica se expande y se enriquece, permitiéndonos enfrentar nuevos desafíos y oportunidades con confianza y sabiduría.

Bibliografía

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