Mi propósito con este artículo es clarificar el concepto de temperamento, contar su historia , pasando por autores como Hipócrates o Ivan Pavlov y las principales teorías dominantes en la actualidad. A partir de ahí, trazaremos las diferencias que hay entre, los que Thomas y Chess llamaron, niños fáciles, niños difíciles y niños de reacción lenta.
A partir de la teoría de Thomas y Chess, nos pararemos en el concepto de bondad de ajuste, creado y acuñado por ellos, del que no se habla mucho y tiene una importancia vital para el trato de los padres con sus hijos. Desarrollaremos las principales ideas teóricas respecto al concepto, para después dar algunos consejos o iniciativas a tener en cuenta para el cuidado de los pequeños.
Historia del temperamento
El término temperamento se refiere a que todo individuo manifiesta un estilo peculiar de funcionamiento conductual, de naturaleza emocional y ligado a su personalidad, concepto que fue nombrado desde la edad antigua, en la medicina griega, en la filosofía, y sigue aún vigente. La palabra temperamento viene del latín temperamentum (mezcla).
Normalmente la personalidad será el producto final formado por la interacción del temperamento individual con el ambiente. Nos referimos con el término temperamento a las características que están presentes en el momento del nacimiento, y que son relativamente estables durante la infancia (Stifer y Jain, 1996).
La definición de temperamento, con la que nos vamos a quedar aquí, es la de Allport (1975)
El temperamento se refiere a los fenómenos característicos de la naturaleza del individuo, incluyendo su susceptibilidad ante la estimulación emocional, su energía habitual y su rapidez de respuesta, la cualidad de su estado de ánimo prevalente y todas las peculiaridades de de fluctuación e intensidad de ánimo, siendo considerados estos fenómenos como dependientes del conjunto constitucional y por tanto, de origen hereditario.
Hipócrates
Hipócrates en el siglo V a.C. describió cuatro tipos o categorías de individuos, a los que llamó humores (López, 2016):
- El sanguíneo o alegre: es alegre, enérgico, vigoroso, con potencia. Son personas de buen humor, apasionados y que brindan confianza.
- El melancólico o de bilis negra: El melancólico es inquieto, muy reflexivo, inestable y ansioso. Adoran el silencio y la soledad, se olvidan de su entorno y se distraen fácilmente.
- El colérico, relacionado con un aumento de bilis amarilla: el colérico es perseverante, rápido en sus decisiones, que aspira a lo grande, activo y extrovertido. Son personas ambiciosas, individualistas y exigentes consigo mismas.
- El flemático, al que se le atribuye un exceso de flema: el hombre flemático es reflexivo, tranquilo, muy justo e incorruptible, poco comprometido, simpáticos. Adoran la buena vida y les gusta poco el trabajo. Propio de los individuos pasivos o calmados
Los griegos y los romanos, en el siglo V a.C., creían que la relación entre los cuatro humores creaban una oposición a dos cualidades complementarias universales: calor vs frialdad, y sequedad vs humedad (Siegel, 1968, como se cita en Estañol et al., 2003). Estas cualidades se relacionaban con los cuatro elementos fundamentales del mundo: agua, aire, fuego y tierra. Los griegos asumían que el equilibrio entre estas cualidades producía un estado armónico interno que incluía la racionalidad, la emotividad y la conducta. Los niños eran impulsivos e irracionales debido a que nacían con un exceso de humedad.
Ivan Pavlov
Ivan Pavlov, se acercó y retomó el concepto de temperamento. Intentó con unos perros el condicionamiento. Algunos perros aprendieron bien, y se quedaron con el mismo comportamiento (Molina y Batlle, s.f.). Otros se enfadaron y ladraron como posesos. Unos se tumbaron y algunos saltaban y se retorcían.
Pavlov dedujo que podría explicar estos tipos de personalidad a través de dos dimensiones:
- Nivel global de estimulación (llamado excitación) que los cerebros de los perros tenían disponible.
- La habilidad de estos cerebros de cambiar sus niveles de estimulación: el nivel de inhibición que sus cerebros tenían disponible.
Y, esto, lo quiso relacionar volviendo a usar los conceptos de los griegos del temperamento comentados en el apartado anterior, quedando entonces explicado de las siguientes maneras (Molina y Batlle, s.f.):
- Mucha estimulación y buena inhibición: sanguíneo.
- Mucha estimulación y pobre inhibición: colérico.
- No mucha estimulación y considerable inhibición: flemático.
- No mucha estimulación y pobre inhibición: melancólico.
En la actualidad, los modelos y teorías más aceptadas sobre el temperamento son las dos que presentamos a continuación, remarcando sobre todo la teoría de Thomas y Chess.
Thomas y Chess
Estos autores hicieron diferentes estudios longitudinales, desde la década de los 50 hasta la de los 80 (Molina y Batlle, s.f.). Los estudios longitudinales son estudios en los que se hace un seguimiento, cada x años, de la misma muestra, para ir viendo los cambios que surgen en el desarrollo de la muestra. De estos estudios sacaron diferentes hipótesis:
- El temperamento es un conjunto de patrones de conducta, que tienen una base biológica, aunque pueden ser modificados e influidos.
- Los niños, desde el nacimiento, tienen marcadas diferencias individuales en sus patrones de conducta.
- Temperamento y ambiente se relacionan de forma bidireccional y son interdependientes.
- El temperamento no es lo mismo que la personalidad.
- El concepto de bondad de ajuste, que verán más adelante.
En 1968, Alexander Thomas y Stella Chess revolucionaron los enfoques sobre el temperamento del niño y resaltaron su capacidad de influir en el medio. Contrastaron esta perspectiva con modelos que tradicionalmente consideraban al niño como receptor pasivo de influencias externas, o de modelos causales de tipo unilineal y unidireccional (Estañol et al., 2003). Thomas y Chess establecieron nueve categorías del temperamento:
- Nivel de actividad: el componente motor en el funcionamiento de un niño, relacionado con las actividades diurnas y periodos inactivos. Actividad física del niño.
- Regularidad rítmica: la predictibilidad de cualquier función o conducta del niño. Se puede ver en relación con el ciclo de sueño y vigilia, el hambre, el patrón de alimentación o el de defecación. Regularidad en sus rutinas y actividades.
- Aproximación o aislamiento: la reacción inicial ante cualquier nuevo estímulo, ya sea un alimento, un juguete, o una persona. Las respuestas de aproximación son positivas, y las reacciones de aislamiento son negativas.
- Adaptabilidad: respuestas a situaciones nuevas o alteradas. Las respuestas iniciales no son motivo de preocupación, sino la facilidad con la que son redirigidas o modificadas hacia una dirección deseada.
- Umbral de respuesta: el nivel de intensidad de la estimulación necesario para evocar una respuesta. Las conductas usadas son aquéllas concernientes a las reacciones a los estímulos sensoriales, los objetos ambientales y los contactos sociales.
- Intensidad de la reacción: el nivel de energía de la respuesta, independientemente de su cualidad o dirección.
- Cualidad del humor: la cantidad del afecto placentero, feliz y amistoso, en contraste con la conducta displacentera, poco amistosa o poco feliz.
- Distractibilidad: la efectividad de los estímulos ambientales extraños, que interfieren o alteran la dirección de la conducta iniciada. Capacidad de distraerse o de no hacerlo.
- Persistencia y capacidad de atención: la capacidad de atención se refiere a la cantidad del tiempo en que una actividad particular es mantenida o seguida por el niño, sobre todo se valora la persistencia ante situaciones difíciles.
En base a estos nueve aspectos, trazaron las diferencias existentes entre los distintos niños. Los autores encontraron, mediante la clínica como mediante análisis factorial, tres tipos de temperamentos o categorías diagnósticas: temperamento fácil (niños fáciles), temperamento difícil (niños difíciles) y lento de reacciones (niños de reacción lenta).
Estos niños se muestran regulares en los ciclos de alimentación, de sueño y de eliminación. Tienen una reacción positiva hacia las nuevas situaciones y pueden aceptar la frustración. Se adaptan a los cambios rápidamente. Tienen buen humor la mayor parte del tiempo y sonríen bastante. Los niños fáciles tienen un humor positivo, son alegres y afectuosos.
Estos niños, al contrario que los anteriores, son irregulares en alimentación, eliminación y sueño, además de tener respuestas negativas como el llanto o las rabietas ante nuevas situaciones y frustraciones. Les cuesta adaptarse a los cambio. Tienen problemas de socialización, con la familia, la escuela y con sus compañeros de clase. Suelen tener un humor negativo y alta irritabilidad.
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Niños de reacción lenta
Los niños de reacción lenta son poco activos y no accesibles, es decir, niños tímidos y temerosos. Estos niños muestran respuestas negativas, pero de menor intensidad que los niños difíciles, cuando están en nuevas situaciones, pero las van aceptando poco a poco. Tienen rutinas bastante regulares. Sus mayores problemáticas varían de un niño a otro.
Buss y Plomin
La teoría de Bluss y Plomin considera al temperamento como un conjunto de rasgos de personalidad que cumplen tres criterios: son heredados, aparecen pronto en la vida y muestran estabilidad a lo largo del ciclo vital (Vives y Batlle, s.f.). Los temperamentos que cumplen el triple criterio son: emocionalidad, actividad y sociabilidad (EAS).
Cada uno de los temperamentos está relacionado con la herencia evolutiva y el desarrollo de la personalidad, y han sido observados en una amplia variedad de especies. La teoría incluía inicialmente la impulsividad, aunque fue excluida por la falta de evidencia suficiente con respecto a la heredabilidad de dicho rasgo.
La emocionalidad es descrita como un estado de malestar que se acompaña de un alto nivel de arousal. Durante los primeros seis meses de vida, esta emoción de malestar va diferenciándose en miedo e ira. El miedo y la ira son considerados por la mayoría de los autores como emociones universales y se expresa a través de procesos motores, expresivos, fisiológicos y cognitivos, cuya variación da lugar a las diferencias individuales.
Los niños pueden diferenciarse tanto en el umbral de activación (intensidad mínima del estímulo para provocar la respuesta de miedo o ira), el tiempo de latencia (tiempo que pasa entre el estímulo y la respuesta) y la duración de la respuesta. En este sentido, los niños más miedosos o irascibles, presentan un umbral más bajo, un tiempo de latencia menor y una mayor duración de la respuesta.
La actividad es un rasgo de temperamento que hace referencia a la forma en que se realizan las respuestas, y no a su contenido. La actividad es definida como el gasto de energía física, y se observa a través de sus componentes de: tiempo, vigor y resistencia. La actividad se refiere sólo a los movimientos de cabeza, tronco y extremidades.
El tiempo hace referencia a la rapidez con que se realizan las acciones. En este sentido tenemos niños rápidos y lentos. El vigor hace mención a la amplitud o intensidad de las acciones. Los niños muy activos emplean más fuerza en sus acciones, chillan más fuerte y golpean los objetos más frecuentemente que los niños menos activos que abrirían la puerta más suavemente y elevarían poco el tono de voz. En tercer lugar tenemos la resistencia que se refiere al tiempo de permanencia en una misma actividad. En este sentido los niños con una alta resistencia tienden a estar más tiempo activos a lo largo del día que los que tienen una baja resistencia.
La sociabilidad se define como la preferencia del niño por estar con otros en lugar de permanecer solo. Los niños muy sociables están fuertemente motivados por la búsqueda de compañía y no toleran estar solos, necesitando que se le preste una atención continuada. Por el contrario, los menos sociables toleran mejor la soledad y buscan menos la atención de los demás, la que por exceso pueden considerar intrusiva, aunque como especie social, no pretendan el aislamiento.
Bondad de ajuste
El ajuste de una persona a su contexto es resultado de la interacción de variables organísmicas y ambientales, lo cual supone la base de muchas perspectivas teóricas en la Psicología (Lozano et al., 2007). El concepto de bondad de ajuste de Thomas y Chess, formulado en 1977, proporciona un marco útil para entender los mecanismos por los que ciertas características personales, el temperamento, en su interacción con factores del entorno, pueden conducir a diferentes formas de funcionamiento social, y más en concreto del niño.
Se produce bondad de ajuste cuando el temperamento de un niño y otras características, como el nivel intelectual, y habilidades propias, son adecuadas para hacer frente a las demandas, expectativas y oportunidades del ambiente, lo cual conduce a un desarrollo óptimo para él. En el caso en el que el niño no pueda enfrentarse con éxito a los retos de su entorno, se produce lo que se llama pobreza de ajuste. Esto lleva al sujeto a un funcionamiento desadaptativo y a un desarrollo distorsionado.
Papalia (2010) definió la bondad de ajuste como «adecuación del temperamento de un niño a las exigencias y las restricciones medioambientales«. Hay que tener en cuenta que el temperamento del niño es innato, no es aprendido por refuerzos como pueden decir otras disciplinas, sino que se ha demostrado que es un aspecto innato y difícilmente moldeable en la infancia, siendo mayor la plasticidad del temperamento tras la infancia.
«La clave para lograr una adaptación sana es la bondad de ajuste, la correspondencia entre el temperamento del niño y las exigencias y restricciones del medio ambiente de las que el niño debe ocuparse» (Papalia, 2010, p183). Puede que surjan problemas si se espera que un niño muy activo permanezca inmóvil, si a uno lento para animarse se le empuja de manera constante a nuevas situaciones, o si a uno persistente se le aleja de de proyectos intrigantes (Belsky, 1997, 2005; Stright, Gallagher y Kelley, 2008, como se cita en Papalia, 2010).
Los niños con temperamento difícil pueden ser más vulnerables a la calidad de la crianza que los otros niños con temperamento fácil o de reacción lenta, y quizá necesiten más apoyo emocional y respeto por su autonomía. Los padres que reconocen que un niño actúa de cierta manera debido a tendencias innatas y no por pereza o estupidez son menos propensos a sentir culpa, ansiedad y hostilidad. Pueden además anticipar las reacciones del niño y ayudarlo a adaptarse.
Los teóricos del desarrollo, de la Psicología Evolutiva y de la Psicología del ciclo vital han planteado que los buenos padres pueden reaccionar de manera diferente porque son sensibles y flexibles con respecto a la individualidad de cada niño, en lugar que los niños se adapten al mismo molde o reacción (Martínez et al., 2014). Es decir, que los padres se ajusten y adapten a los niños en vez de al revés, para conseguir el desarrollo óptimo del niño.
Después de todos estos datos, siguiendo las ideas de Papalia, podemos deducir que a lo mejor no es que existan niños fáciles o niños difíciles, sino que existen padres que se adaptan bien a las necesidades de sus hijos y padres que se adaptan de una manera menos óptima. Asegurar un buen ajuste significa que el adulto debe crear un clima familiar que reconozca el estilo temperamental del niño y fomente su adaptación (Martín et al., 2009).
Temperamento y apego
En una investigación con niños de 6 a 12 meses y sus familias, se observó que la sensibilidad de la madre y el temperamento de su hijo influyeron en los patrones de apego (Seifer et al., 1996, como se cita en Papalia, 2010). Algunos aspectos neurológicos o fisiológicos pueden influenciar en las diferencias temperamentales en el apego .
«El temperamento de un bebé no sólo puede tener un efecto directo en el apego sino también uno indirecto a través de su efecto sobre los padres» (Papalia, 2010, p. 190). En unos estudios en los Países Bajos, bebés de 15 días de edad clasificados como irritables eran mucho más propensos que los no irritables a mostrar un apego inseguro (sobre todo apego evitativo). Al contrario, los bebés irritables cuyos cuidadores recibieron visitas en el hogar donde les enseñaron a tranquilizarse tenían tanta probabilidad como los no irritables de ser calificados como niños con apego seguro.
Por lo tanto, la irritabilidad de un infante puede prevenir el desarrollo de un apego seguro, pero el riesgo se reduce si la madre posee las habilidades para lidiar con el temperamento del niño (Rothbart et al., 2000, como se cita en Papalia, 2010). La bondad de ajuste entre padre e hijo bien puede ser la clave para comprender la seguridad del apego.
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Referencias bibliográficas
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