La lobotomía, un procedimiento quirúrgico cerebral que fue una vez visto como una panacea para una variedad de condiciones de salud mental, es hoy en día ampliamente reconocido como un punto negro en la historia de la medicina. Este procedimiento, que implicaba la destrucción o la eliminación de partes del cerebro, fue un producto de su tiempo, y a pesar de su nefasta reputación, su estudio puede proporcionar una visión invaluable sobre la evolución de la medicina y la psiquiatría.
Egas Moniz y los orígenes de la Lobotomía
El concepto de la lobotomía, también conocida como leucotomía, fue desarrollado en el siglo XX, y su invención se atribuye al médico portugués Antonio Egas Moniz.
António Egas Moniz, nacido en 1874, fue un neurólogo y político portugués que jugó un papel crucial en el desarrollo de la lobotomía. Fue una figura prominente en la comunidad médica de su tiempo, habiendo hecho contribuciones significativas a la angiografía cerebral (una técnica de diagnóstico que utiliza rayos X para visualizar los vasos sanguíneos en y alrededor del cerebro) antes de su trabajo en la lobotomía.
Moniz introdujo la lobotomía como un procedimiento médico en 1935. Se le ocurrió la idea después de asistir a un simposio en Londres donde los científicos discutieron cómo la eliminación de los lóbulos frontales de los chimpancés los hacía más dóciles. Moniz teorizó que una operación similar podría ser beneficiosa para los humanos que sufren de ciertas enfermedades mentales.
La lobotomía tiene sus raíces en el creciente interés por la neurología y la psiquiatría en el siglo XIX.
Moniz creía que las enfermedades mentales eran causadas por conexiones neuronales fijas que provocaban obsesiones y comportamientos perturbados. Su solución fue cortar las conexiones en la corteza prefrontal del cerebro, la región responsable de la personalidad y el comportamiento.
La técnica original de Moniz, conocida como leucotomía prefrontal, implicaba hacer pequeñas incisiones en el cráneo y luego inyectar etanol en el cerebro para destruir el tejido del lóbulo frontal, o insertar un leucótomo, un dispositivo de alambre, para cortar las fibras nerviosas.
Las primeras leucotomías prefrontales de Moniz se realizaron en pacientes con trastornos como la ansiedad y la esquizofrenia. Aunque Moniz informó de mejorías en muchos de sus pacientes, los métodos y resultados de su investigación fueron cuestionados y criticados.
A pesar de las críticas, Moniz fue galardonado con el Premio Nobel de Medicina en 1949 por su «descubrimiento de la leucotomía prefrontal». Sin embargo, es importante su contribución a la medicina a través de la lobotomía está totalmente desacreditada en la actualidad, y la técnica es vista como un capítulo oscuro en la historia de la psiquiatría. Moniz murió en 1955, a los 81 años, dejando un legado complicado en el campo de la medicina.
Historia de la Lobotomía
La lobotomía ganó popularidad en la década de 1940, particularmente en los Estados Unidos, bajo la influencia del neurólogo Walter Freeman. Freeman modificó la técnica de Moniz, creando la lobotomía transorbital o «lobotomía de hielo», que implicaba insertar una especie de estilete afilado a través del ojo del paciente y moverlo de un lado a otro para cortar las conexiones en el cerebro.
Este procedimiento se realizaba a menudo sin anestesia y podía llevarse a cabo en menos de una hora. Freeman realizó miles de estas operaciones, promoviendo activamente la lobotomía como una cura para enfermedades mentales como la esquizofrenia, la depresión y la ansiedad.
Crítica y Caída en Desgracia
A pesar de su popularidad inicial, la lobotomía comenzó a ser criticada debido a sus efectos secundarios devastadores. Los pacientes a menudo quedaban emocionalmente desafectados, apáticos y incapaces de cuidar de sí mismos. Algunos incluso murieron como resultado del procedimiento.
Además, la premisa subyacente de la lobotomía – que las enfermedades mentales se debían a conexiones neuronales fijas – fue cada vez más cuestionada por la comunidad médica.
Para la década de 1950, la lobotomía había caído en desgracia. El desarrollo de medicamentos antipsicóticos y antidepresivos en la década de 1950 proporcionó alternativas más seguras y efectivas para el tratamiento de las enfermedades mentales, y la lobotomía fue finalmente desacreditada y abandonada.
Para qué se hacía la lobotomía
La función de la lobotomía, como se concebía en su época, era alterar el comportamiento y el estado mental del paciente mediante el corte de las conexiones entre diferentes partes del cerebro. Los defensores de la lobotomía argumentaban que al eliminar ciertas áreas del cerebro, se podrían mitigar los síntomas de varias enfermedades mentales.
La lobotomía prefrontal, la versión más común del procedimiento, implicaba la destrucción o el daño de los lóbulos frontales del cerebro, que son áreas asociadas con la personalidad, la toma de decisiones y el comportamiento social. La idea era que al cortar las conexiones entre estas áreas y el resto del cerebro, se podría aliviar la angustia mental y el comportamiento perturbado.
Esta técnica, como ya hemos dicho, se utilizaba en un numerosas condiciones, desde la esquizofrenia y la depresión mayor hasta la ansiedad y los trastornos obsesivo-compulsivos. En algunos casos, se utilizaba incluso para tratar el insomnio y la homosexualidad, que en aquella época se consideraba una enfermedad mental.
Sin embargo, los resultados a menudo eran desastrosos. Muchos pacientes quedaban en un estado de apatía y desinterés, incapaces de cuidar de sí mismos o de participar en la sociedad. Algunos perdían la capacidad de controlar sus impulsos o de experimentar una gama completa de emociones. Otros sufrían daños físicos, como la pérdida de la visión o incluso la muerte, como resultado del procedimiento.
Hoy en día, la lobotomía es universalmente reconocida como un procedimiento inhumano y anticuado. Los avances en la psiquiatría y la neurología han proporcionado una comprensión mucho más matizada de las enfermedades mentales y han llevado al desarrollo de tratamientos mucho más eficaces y humanos. Sin embargo, la historia de la lobotomía sirve como un recordatorio de la importancia de la ética médica y de la necesidad de un escrutinio cuidadoso de las nuevas técnicas y tratamientos.
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Referencias
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