En 1938, Nathaniel Kleitman y Bruce Richardson llevaron a cabo un curioso experimento para comprobar qué tan importantes eran la luz y temperatura para dormir. Con este objetivo en mente, desarrollaron un ensayo donde ellos mismos fueron los participantes. El experimento de Kleitman y Richardson sigue siendo considerado uno de los más icónicos en la historia de la ciencia debido a sus circunstancias.
El objetivo de Kleitman y Richardson era comprobar si se podía adaptar al organismo a una rutina de descanso distinta. De este modo se pretendía comprender mejor la función que tenía el sueño en nuestra vida cotidiana.
El misterio del reloj biológico
Imagina esta situación: estás contento porque ya llegó el fin de semana y no debes levantarte temprano para ir al trabajo o a estudiar. Antes de irte a dormir, desactivas todas las alarmas de tu celular y te preparas para dormir hasta muy tarde. Bajas todas las persianas, ajustas la temperatura a tu agrado y buscas la posición más cómoda para ti.
De pronto, despiertas de tu sueño, te fijas en el reloj y observas que son las 7:00am. Te sientes frustrado porque quieres continuar durmiendo, pero se te hace difícil conciliar el sueño de nuevo. ¿Alguna vez te ha sucedido? Muchas personas alegan que esto ocurre debido a que nuestro cuerpo posee un “reloj biológico”. Incluso aunque no tengamos una alarma, nuestro cuerpo sabe cuándo debería despertar por una especie de rutina interna.
Ahora bien, ¿es cierto que existe un reloj interno? El experimento de Kleitman y Richardson buscaba dar una respuesta a esta interrogante. Para ello, ambos investigadores se internaron en las profundidades de la Cueva Mammoth ubicada en Kentucky, Estados Unidos. La finalidad de esto era aislarse lo más posible de la luz natural y la temperatura variable del exterior. Así, sería posible comprobar si la necesidad de descansar dependía de los cambios que ocurrían en las 24 horas de un día típico.
El experimento
Continuando con lo anterior, la pareja de científico preparó una rutina que daría como resultado un día de 28 horas. De este modo, contaban con 10 horas para dormir, 9 para actividades de ocio y 9 para trabajar. Asimismo, debido a que se encontraban en el interior de una cueva utilizaban lámparas cuando necesitaban luz para el trabajo o el ocio. Cuando era la hora de descansar, simplemente las apagaban y se acostaban en camas diseñadas específicamente para protegerlos de las ratas.
Además, para alimentarse, recibían comida hecha por los cocineros del Mammoth Cave Hotel. Fuera de este breve contacto para poder sustentarse, lo científicos no tenían ningún otro contacto con el exterior. Otro aspecto destacable del ensayo fue que la cueva mantenía una temperatura constante de 12C°, lo cual lo hacía un lugar propicio para esto.
En total, el experimento de Kleitman y Richardson tuvo una duración de 32 días. Aunque, dentro de la cueva con la rutina que mantenía, fue el equivalente a 37 días. Mientras estuvieron en la cueva, los investigadores registraron todas sus actividades de manera minuciosa. Una vez afuera, se dispusieron a analizar los datos y su propia experiencia.
Descubrimientos del experimento de Kleitman y Richardson
Uno de los primeros hallazgos que tuvieron los autores fue la diferencia en su capacidad de ajustarse. Para Kleitman, el mayor entre ambos fue mucho más difícil adaptarse al ritmo de 28 horas que se impusieron. Mientras que Richardson, quien era unos 20 años más joven que él, logró adaptarse a la nueva rutina al cabo de una semana en la cueva.
Lo anterior sugiere que a medida que envejecemos, el ciclo de sueño – vigilia de nuestro cuerpo se vuelve mucho más inflexible. Es posible que se deba al desgaste natural que produce el envejecimiento y que hace que necesitemos descansar con más frecuencia que al ser más jóvenes. Eso podría explicar el motivo por el cual fue más sencillo para Richardson.
Por otro lado, se dieron cuenta de que sus cuerpos mantenían un ciclo de temperatura regular de 24 horas que coincida con la somnolencia. Es decir, incluso en ese ambiente donde la temperatura era invariable y no había luz natural alguna, sus cuerpos presentaban variaciones de temperatura regulares. Las mismas variaciones que pueden observarse en una persona a lo largo del día en circunstancias normales.
De este modo, el experimento de Kleitman y Richardson permitió comprobar que, en efecto, los seres humanos tenemos ciclos circadianos o un “reloj biológico”. A pesar de que estemos en un ambiente sin luz y con una temperatura invariable, nuestro “sabe” cuándo es necesario descansar y cuándo levantarse.
Además, a medida que nos hacemos mayores, este ciclo se vuelve mucho más rígido debido a que el cuerpo se ajusta a nuestros patrones de actividad. Entonces, si pasamos gran parte de nuestra vida levantándonos a las 7:00 AM, es probable que lo hagamos incluso cuando no sea necesario.
El legado de Nathaniel Kleitman
Si bien este estudio fue el que lo inmortalizó en la historia, Kleitman realizó otros ensayos para comprender mejor el sueño. En 1948, estuvo dos semanas dentro de un submarino con el fin de observar los patrones de sueño de la tripulación. Después, en la década de los 50, realizó trabajos sobre la privación del sueño, llegando a extremos poco saludables como estar 180 horas sin dormir.
Por todas esas razones, Nathaniel Kleitman es conocido como el padre de la investigación sobre el sueño. El experimento de Kleitman y Richardson fue solo el comienzo de una larga carrera dedicada a entender mejor nuestra necesidad de descansar. Gracias a los resultados de sus trabajos, ayudó a soldados y operarios durante la Segunda Guerra Mundial para ajustar sus ciclos de sueño y optimizar su energía.