El trastorno límite de la personalidad (TLP) de abarca una serie de comportamientos y actitudes inadecuadas que generan malestar psíquico y se sostienen en el tiempo. Entre ellas, la sensación de abandono, de vacío, la tendencia a las relaciones inestables y la dificultad para controlar los impulsos. Sin embargo, estos comportamientos se sostienen gracias a un síntoma central: la difusión de la identidad.
La identidad normal tiene que ver con la capacidad de tener una autoimagen realista y, como consecuencia, percibir las experiencias de manera realista. Por tanto, la difusión de identidad genera muchas dificultades para interpretar los acontecimientos correctamente. Como intervención, la psiquiatra Paulina Kernberg propone estrategias terapéuticas que promuevan la mentalización.
El trastorno de personalidad límite
La personalidad es definida como una organización dinámica, en el interior del individuo, de los sistemas psicofísicos que determinan su conducta y su pensamiento característicos. De esta manera, la personalidad se desarrolla, se construye a partir de las experiencias que proporciona el ambiente. Sin embargo, cuando en los primeros años de vida del individuo se presentan abusos continuos, una vida familiar inestable o caótica; existe una fuerte predisposición para los trastornos de personalidad.
En este sentido, en los trastornos de personalidad, la conducta del individuo se desvía notablemente de lo esperable para la cultura. Así, en el trastorno límite de la personalidad, podemos ver repercusiones negativas en la manera de percibirse a sí mismo y a los demás.
Además, se presentan respuestas emocionales incongruentes y un deficiente control de los impulsos. Como consecuencia, el individuo muestra dificultades para sostener relaciones interpersonales de forma adecuada.
A lo largo de este texto, nos centraremos en uno de los síntomas más característicos del TLP: la difusión de identidad. Gracias a esta sintomatología, el paciente con TLP puede devaluarse a sí mismo constantemente y tener relaciones interpersonales muy intensas que alternan entre el amor y el odio. También, es notable la inestabilidad a nivel afectivo y la sensación crónica de vacío.
Difusión de la identidad
La identidad sana e integrada se distingue por mantener una autoimagen realista y la sensación subjetiva de ser uno mismo. De este modo, nos encontraríamos con un individuo genuino y cuyos comportamientos son congruentes actitudes y comportamientos tienden a la congruencia. Por el contrario, cuando la identidad es difusa, hace falta un concepto integrado del Yo que se distingue del Otro.
La difusión de la identidad lleva a la persona vivir con una sensación de vacío, incoherencia, falta de sentido.
Conductualmente, el individuo puede terminar desarrollando baja tolerancia a la frustración y al control de los impulsos no se comprometen con los valores, metas o relaciones. Es importante destacar que, una identidad difusa es la base de la patología límite de la personalidad, lo que resulta en conductas desadaptativas, como las autolesiones.
De acuerdo con la teoría de relaciones objetales, el origen de la difusión de identidad proviene de las primeras experiencias con padres y cuidadores. Siguiendo este hilo de ideas, los recuerdos de experiencias intensas, ya sean positivas o negativas, son registrados de manera separada.
Los estados afectivos negativos tienden a proyectarse y a evolucionar en temor a los objetos externos malos, mientras que los estados de afecto positivo evolucionan en un recuerdo de la relación con los objetos ideales.
Así, la mente realiza la una escisión de las experiencias idealizadas con el fin de protegerlas de la contaminación de las experiencias negativas. Sin embargo, con el pasar de los años, el individuo adquiere un mayor grado de tolerancia al dolor y la capacidad de evaluar el mundo de forma realista, lo que permite avanzar hacia la integración de la identidad.
¿Cómo promover la integración de la identidad?
Hacia el año 2000, la psiquiatra infantil Paulina Kernberg, crea un modelo de tratamiento para la identidad en la adolescencia, con el fin de ayudar a jóvenes que se encontraran en riesgo de desarrollar un trastorno de personalidad. Por ende, esta intervención se basa en las teorías de los sistemas familiares, el apego y las relaciones objetales, así como en modelos subyacentes de desarrollo neurocognitivo.
Así, el enfoque principal de este modelo terapéutico promover la mentalización, es decir, el desarrollo de representaciones mentales complejas del Yo y el otro. En este sentido, mentalizar significa dar sentido a las acciones y las experiencias considerando los deseos, sentimientos y creencias, ayudando al individuo a desarrollar su capacidad de autorreflexión.
De acuerdo con un estudio realizado en Chile acerca de intervenciones basadas en la mentalización, existen ciertas estrategias que puede utilizar el terapeuta para lograr este objetivo. Así, la mentalización se promueve mediante clarificaciones sobre la información dada por el paciente, preguntas con el fin de explorar determinados contenidos y acciones psicoeducativas.
Es necesario centrarse en la experiencia subjetiva del joven, en vez de hacer preguntas dicotómicas y demasiado concretas.
Trastorno Límite de la Personalidad (TLP): no confundir con Trastorno Bipolar
Referencias
- American Psychological Association. (2014). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5).
- Allport, G. W. (1937). «Personality: A psychological interpretation». Prentice Hall.
- Foelsch, P., Schlüter-Müller, S., Odom, A., Arena, H. (2015). Tratamiento para la identidad del adolescente (AIT) Una aproximación integral de la personalidad. Manual Moderno.
- Quevedo, Y., Hernández, C., Gómez, D. (2019). Episodios de mentalización durante psicoterapia de adolescentes con difusión de identidad. Revista de Psicología. Vol. 28. Núm. 1. Extraído de: https://revistapsicologia.uchile.cl/index.php/RDP/article/view/53941/58568