Los pensamientos pueden tener una gran influencia sobre el modo en que nos sentimos y nos comportamos. A veces, podemos tener pensamientos desagradables que queremos desaparecer de nuestra mente por el malestar que generan. Sin embargo, lo mas probable es que, mientras más intentamos ignorarlos, más fuerza ganan. Este fenómeno fue descrito por Daniel Wegner en la teoría del proceso oponente.
Esta teoría es importante dentro del campo de la psicología y la salud mental porque nos ayuda a comprender mejor ciertos procesos psicopatológicos. En casos como los trastornos obsesivos y la ansiedad, los pensamientos indeseados juegan un papel crucial. Por lo tanto, entender mejor cómo funcionan es útil para abordarlos y mejorar la calidad de vida de las personas.
¿Qué es la teoría del proceso oponente?
León Tolstói fue un novelista ruso a quién se le adjudica la idea inicial del proceso oponente. En una ocasión, el autor relató una anécdota que, una vez, quiso unirse al club de su hermano. No obstante, su hermano le dijo que, para poder entrar, debía pasar una prueba: no pensar en osos blancos. Falló la prueba en el momento y luego se quedó sentado por varias horas intentando no pensar en osos blancos. Pero, cuanto más lo intentaba, más veces aparecían los osos blancos en su mente.
Más tarde, Fiódor Dostoievski escribió sobre este asunto en una obra titulada Notas de Invierno sobre Impresiones de Verano. En un pasaje del escrito, Dostoievski invita al lector a no pensar en osos blancos para comprobar cómo aparecen una y otra vez en la mente.
No fue sino hasta los años 80 que Daniel Wegner decidió hacer un experimento y así nació la teoría del proceso oponente. El objetivo de Wegner era comprobar la idea que había planteado Tolstói de que los pensamientos reprimidos vuelven con más fuerza a nuestra conciencia. En su momento, Wegner denominó a este fenómeno como mecanismo de control irónico bimodal.
El experimento de Wagner
El ensayo se llevó a cabo en la Universidad de Harvard y se reclutó a un grupo de voluntarios que se sometieron a diferentes pruebas. Durante la primera parte, se les indicó a los participantes que podían pensar en lo que ellos quisieran, excepto en un oso blanco. Si acaso pensaban en uno, debían tocar una campana para hacerles saber a los investigadores. Pronto se dieron cuenta de que los voluntarios tocaban la campana de forma constante.
Más adelante, en la segunda parte, se les pidió a los participantes que escribieran sus pensamientos antes de irse a dormir. A un grupo de ellos se les indicó que podían escribir lo que quisieran, excepto cosas relacionadas con alguien que les gustaba. Por otro lado, al resto de los participantes se les dijo que podían escribir todo lo que quisieran acerca de esa persona.
Tras analizar los datos de la segunda fase, se comprobó que las personas que reprimieron el pensamiento de la persona amada soñaron con ella. Y, lo hicieron el doble de veces que aquellos a quienes se les había permitido escribir sobre dicha persona.
Las conclusiones del estudio
Los ensayos anteriores le permitieron a Wagner comprobar la teoría del proceso oponente. De acuerdo con el científico, cuando reprimimos un pensamiento se ponen en marcha dos mecanismos contrarios en nuestro cerebro.
En primer lugar, una parte de este se encarga de suprimir el pensamiento indeseado para que no aparezca en la conciencia. Al mismo tiempo, otra parte de la actividad cerebral se invierte en asegurarse de que el pensamiento no deseado permanezca oculto. Es allí donde viene lo “irónico” del asunto porque al intentar asegurarnos de que el pensamiento no vuelva, pensamos en ello inevitablemente.
Este es un proceso que observamos con frecuencia en personas que viven con trastornos de ansiedad o trastorno obsesivo compulsivo. A lo largo del día, ellos tienen pensamientos que generan malestar emocional y el mecanismo más común para combatirlos es la supresión. Sin embargo, al hacerlo, estas ideas terminan volviendo con más fuerza y el malestar se intensifica aun más.
Como resultado, los pacientes con ansiedad pueden terminar cayendo en la rumiación o bucles de pensamiento. Mientras que los pacientes con TOC recurren a ciertos rituales con los calman su ansiedad momentáneamente. Pero, al cabo de un rato, los pensamientos aparecen de nuevo y con ello el malestar y la necesidad de evadirlos.
¿Qué podemos hacer para evitar los pensamientos que no deseamos?
La teoría del proceso oponente nos enseña que intentar reprimir los pensamientos no deseados es un mecanismo ineficiente. Si deseas tener un mayor control sobre lo que piensas, tal vez alguno de los siguientes métodos puede ayudarte:
- Piensa en otra cosa. Otro de los descubrimientos que hizo Wegner es que es más útil pensar en otra cosa que suprimir una idea. Enfocar tu mente en otra cosa puede ayudar a que el pensamiento deje de aparecer de modo temporal.
- Establece un “tiempo basura”. El tiempo basura es una técnica para manejar pensamientos intrusivos que consiste en dedicarles un periodo de tiempo específico. En lugar de reprimirlos, seleccionaremos un momento del día para pensar en eso. Por ejemplo, podríamos decir “pensaré en esto hoy desde las 3:00pm hasta las 3:30pm”.
- Explora el pensamiento. Muchos de los pensamientos que generan malestar tienen una raíz que se asocia con experiencia de aprendizaje pasadas. La psicoterapia puede ayudar a entender mejor estos aprendizajes y reemplazarlos por nuevas maneras de lidiar con los problemas.
En conclusión, la teoría del proceso oponente nos muestra cómo la represión de los pensamientos es un arma de doble filo. Si tenemos pensamientos indeseados, lo mejor que podemos hacer es afrontarlos en lugar de huir de ellos y prolongar el sufrimiento.
Referencias
- Montañés, M. C. (2005). Psicología de la emoción: el proceso emocional. Universidad de Valencia, 3.
- Vargas Ramos, J. C., & Jiménez Rodríguez, D. (2018). La teoría del proceso oponente como modelo para explicar las adicciones. Revista Electrónica de Psicología Iztacala, 21(1).
- Wegner, D. M., Schneider, D. J., Carter, S. R., & White, T. L. (1987). Paradoxical effects of thought suppression. Journal of personality and social psychology, 53(1), 5.