El miedo a subir en ascensor es un tipo de fobia poco común que provoca que la persona afectada evite el uso del ascensor. Aunque en ocasiones se relaciona con la claustrofobia (miedo a los espacios cerrados) o la acrofobia (miedo a las alturas), en muchos casos estas dos fobias no están presentes y el individuo simplemente presenta un temor irracional a subir en los ascensores.
Qué origina el miedo a subir en ascensor
En este artículo nos centraremos en las personas que tienen miedo concretamente a subir en ascensor descartando otras patologías más genéricas como el miedo a los espacios cerrados, el miedo a las alturas, o la hipersensibilidad a las sensaciones físicas (hiperestesia).
En la mayoría de los casos, la causa de que una persona presente miedo a subir en ascensor se encuentra en experiencias traumáticas previas relacionadas con los ascensores. Estas experiencias traumáticas pueden tener un impacto significativo en cómo una persona percibe y reacciona a los ascensores en el futuro. Si alguien ha tenido una experiencia negativa, como quedar atrapado en un ascensor durante un largo período de tiempo o estar presente en un ascensor que ha tenido un fallo mecánico, es posible que desarrollen un miedo asociado a estos aparatos.
Este tipo de experiencia puede llevar a una respuesta de estrés postraumático, en este caso, la memoria del evento traumático es tan intensa y angustiante que la persona puede experimentar ansiedad, pánico o incluso síntomas físicos cuando se enfrenta a la posibilidad de volver a entrar en un ascensor.
Además, el cerebro humano a menudo generaliza las experiencias negativas para protegerse, se trata de las distorsiones cognitivas. Por ejemplo, si una persona queda atrapada en un ascensor una vez, su cerebro podría asociar todos los ascensores con el peligro potencial de quedar atrapado de nuevo.
Por otro lado, el miedo a la caída de un ascensor puede ser un miedo específico relacionado con la percepción de falta de seguridad y control cuando se está en un ascensor. Esto podría estar relacionado con la acrofobia (miedo a las alturas) o simplemente ser un miedo específico a la idea de que el ascensor pueda caer.
Este miedo a menudo está alimentado por la imaginación y puede ser exacerbado por películas o historias de noticias sobre accidentes de ascensores, aunque estos son muy raros en realidad debido a todas las medidas de seguridad que existen y a los controles periódicos que se realizan para asegurar su correcto funcionamiento. Las personas que temen la caída de un ascensor pueden experimentar síntomas de ansiedad como sudoración, aumento de la frecuencia cardíaca, temblores y sensación de pánico solo con la idea de usar un ascensor.
Síntomas del miedo a los ascensores
El miedo a los ascensores puede provocar una gran variedad de síntomas en las personas que lo padecen, a nivel físico, es común que experimenten un aumento en la frecuencia cardíaca y que la respiración se vuelve más rápida, esto puede estar acompañado por un sentimiento de opresión en el pecho o cierta dificultad para respirar.
En algunos casos, las personas pueden comenzar a sudar profusamente y sentir temblores en el cuerpo o las piernas, y además, es posible que sientan mareos o incluso náuseas, especialmente si el ascensor se mueve bruscamente o hace paradas inesperadas.
En el aspecto emocional, el miedo a los ascensores a menudo está acompañado de una intensa ansiedad, las personas pueden sentir una sensación abrumadora de temor y preocupación, y en casos extremos, esto les puede llevar a sufrir un ataque de pánico. Es común que las personas que temen a los ascensores también se sientan extremadamente inquietas o nerviosas al acercarse o incluso al pensar en usar un ascensor.
Cognitivamente, las personas con miedo a los ascensores a menudo tienen pensamientos negativos o catastróficos asociados con el uso de ascensores, pueden preocuparse constantemente por quedar atrapados, que el ascensor se caiga, o que sufran algún daño mientras están dentro. Estos pensamientos pueden ser invasivos y persistentes, lo que contribuye a la sensación de ansiedad.
El miedo a los ascensores también tiene un impacto en el comportamiento y la vida cotidiana de las personas, ya que es posible que eviten situaciones en las que tengan que usar un ascensor, lo que puede limitar su capacidad para participar en actividades sociales, ir a ciertos lugares o, en algunos casos, incluso afectar su capacidad para trabajar en edificios con varios pisos, esto a su vez puede tener efectos negativos en su calidad de vida y bienestar emocional.
Un caso concreto
A mi consulta llegaron unos padres con su hijo de 14 años que se negaba a subir en ascensor desde que tenía 7 años, debido a una experiencia traumática en la que quedó atrapado con sus progenitores en un ascensor que subía y bajaba sin control.
Comencé preguntándoles sobre la historia y la naturaleza del problema, los padres me explicaron la experiencia traumática y cómo, desde entonces, su hijo había desarrollado un intenso miedo a los ascensores, hasta el punto de evitarlos por completo, también compartieron cómo esto afectaba a las actividades familiares y la vida social del adolescente.
El chico me describió cómo se sentía y qué pensaba cuando estaba cerca de un ascensor, me dijo que su corazón latía rápidamente, sentía náuseas y pensaba constantemente en quedar atrapado de nuevo. Toda esta información fue la clave para entender cómo su respuesta de ansiedad estaba conectada directamente con la experiencia traumática vivida.
Después de escuchar sus relatos, les expliqué que lo que su hijo podría estar experimentando es una fobia específica, derivada del evento traumático, aseguré a los padres y al chico que se trataba de un problema común y que había varias estrategias de tratamiento que podríamos explorar juntos.
En este caso, resulto muy efectiva la terapia de exposición, que implicaba exponer gradualmente al adolescente a situaciones relacionadas con ascensores, en un entorno controlado y acompañado en todo momento, para ayudarlo a enfrentar y superar su miedo.
Estrategias para superarlo
Para superar este miedo concreto, existen tres estrategias muy efectivas que se pueden aplicar de forma individual o combinadas según el caso:
La técnica de reestructuración cognitiva, en la que se trabaja con la persona para identificar y cambiar patrones de pensamiento que contribuyen a su miedo, lo que implica enseñarle cómo desacreditar pensamientos catastróficos y reemplazarlos con pensamientos más realistas y equilibrados.
Ciertas estrategias de manejo de la ansiedad como técnicas de relajación y respiración para ayudar a controlar la respuesta física a la ansiedad, también resultan muy útiles para evitar la sensación de nerviosismo que se produce ante la idea de subir a un ascensor.
Finalmente, la terapia de exposición, que implica exponer gradualmente a la persona a situaciones relacionadas con ascensores en un entorno controlado para ayudarlo a enfrentar y superar su miedo, es muy útil en estos casos.
Para superar este miedo, a menudo es útil que la persona trabaje con un terapeuta que esté especializado en tratar el trastorno de estrés postraumático o fobias específicas, las terapias de exposición, en las cuales la persona se enfrenta gradualmente a la situación temida bajo un entorno controlado, pueden ser particularmente efectivas.
Es importante para estas personas comprender que los ascensores modernos están equipados con múltiples sistemas de seguridad y que los accidentes son extremadamente raros, sin embargo, el miedo es a menudo irracional y puede requerir tratamiento para superarlo.
En algunos casos, la educación sobre el funcionamiento de los ascensores y la comprensión de los sistemas de seguridad que tienen puede ayudar a aliviar algunos de los miedos relacionados con la caída.
Este ejemplo concreto de terapia de exposición gradual, puede ser muy efectivo cuando no existen otras patologías más genéricas (claustrofobia, acrofobia, etc.), salvo el miedo concreto a los ascensores. Los pasos a seguir serían los siguientes:
- El paciente mira fotos de ascensores y recibe información sobre su funcionamiento.
- El paciente mira vídeos de personas subiendo en ascensores mientras recibe información sobre los distintos sistemas de seguridad de los que disponen.
- La persona se acerca a un ascensor, lo invoca y abre las puertas sin entrar en él.
- Se invoca al ascensor y se entra y se sale sin que lleguen a cerrarse las puertas.
- Se entra al ascensor, se espera a que se cierren las puertas, se muestra el funcionamiento del botón de apertura de puertas y se sale de nuevo.
- Cuando el paciente se encuentra cómodo entrando y saliendo del ascensor, y con el cierre de puertas, es el momento de subir o bajar un piso. Esta fase debe realizarse siempre acompañada de una o más personas de su confianza y repetirse tantas veces como sea necesario para reducir al máximo la ansiedad.
- El siguiente paso sería subir o bajar un número mayor de pisos, siempre acompañado de otra persona.
- Ahora llega el momento de que la persona suba sola al ascensor donde repetirá el paso 6, subiendo o bajando un piso pero en esta ocasión sin compañía. El terapeuta o una persona de confianza lo acompañará al ascensor y lo esperará al salir.
- La última fase consistiría en que el paciente subiera o bajara varios pisos sin compañía.
Llegados a este punto, es posible que la persona todavía experimente cierta sensación de miedo o inseguridad que solo desaparecerá con el tiempo y la exposición continuada. Para reducir esta ansiedad puede ser útil mantener la mente ocupada mientras estamos en el ascensor, por ejemplo revisando los mensajes del móvil o manteniendo una conversación con otra persona.
Antes de avanzar al siguiente paso, la persona debe sentirse cómoda con las actividades de la fase en la que se encuentra, nunca debe ser algo forzado ni obligatorio aunque sí la debemos animar a dar el paso y acompañarla en todo momento. Es posible que cada fase deba repetirse varias veces hasta que la persona se sienta confortable y segura en ese paso.
Dependiendo del grado de afectación de la persona, algunas de las fases comentadas podrían obviarse y avanzar de forma más rápida en la estrategia propuesta, y es recomendable que la terapia de exposición sea administrada por un profesional capacitado.