El niño recién nacido crece más rápido durante los tres primeros años de lo que lo harán en cualquier otro momento de la vida, además de desarrollarse (las estructuras de su cuerpo se hacen cada vez más complejas) y madurar (su estructura progresa hacía el desarrollo físico adulto) (García, 2021). El desarrollo físico es la base sobre la que se establecerá el desarrollo psicológico, aunque este no sea estrictamente dependiente del primero. El desarrollo físico resulta de la interacción del niño con el entorno.
Crecimiento del recién nacido
Crecimiento del cuerpo del niño
La velocidad de crecimiento es extremadamente rápida durante los primeros meses de vida, sobrepasando el equivalente a 20 cm por año (Montesinos-Correa, 2014). Esa velocidad se reducirá a unos 14 cm por año en su primer año y seguirá descendiendo en torno a los 5 cm antes de la pubertad. En ese momento habrá una aceleración de unos 8 cm anuales. La curva de crecimiento humano es característica de nuestra especie, asemejándose solamente a las de los primates.
Las proporciones del cuerpo van cambiando; la cabeza de un recién nacido es la cuarta parte del tamaño de su cuerpo (durante la etapa fetal habrá sido la mitad de su cuerpo), mientras que cuando sea adulto esta proporción será de una octava parte. El resto del cuerpo crecerá más que la cabeza, esta está en un 70% de su tamaño final en el momento de su nacimiento.
El desarrollo humano sigue una dirección céfalo-caudal: comienza por la cabeza y se va extendiendo progresivamente hasta llegar a las extremidades inferiores. También sigue una secuencia próximo-distal, desde el centro del cuerpo a la periferia.
Crecimiento del cerebro del recién nacido
A los dos años, el cerebro del bebé habrá triplicado su tamaño (80% de su peso y dimensión de adulto). Las principales adquisiciones de la infancia (sensoriales, motoras y cognitivas) son posibles por la rapidez de desarrollo del cerebro, en particular de la corteza cerebral (Campos, 2010). Esta capa externa de la zona frontal es responsable del funcionamiento de las capacidades más genuinamente humanas y continúa creciendo rápidamente entre el nacimiento y los dos años.
La actividad eléctrica de los recién nacidos no muestra ondas alfa, ya que aparecen a los 4 meses y que con los años aumentará la frecuencia hasta convertirse en ondas alfa adultas cuando se tienen 17 años. Respecto a la reactividad cerebral a la estimulación, al nacer, la respuesta eléctrica a los estímulos aparece muy lentamente, siendo hacia los tres meses la respuesta más rápida y a los cuatro años la respuesta es tan rápida como la del adulto.
Por último, el desarrollo normal del cerebro dependerá de la experiencia. Los estímulos del entorno impulsarán el desarrollo de las conexiones entre las células. Existe en la actualidad consenso en que el cerebro “es moldeado” por la experiencia, especialmente en los primeros meses de vida, cuando la corteza está creciendo y se organiza.
El cerebro necesita además de la nutrición física, nutrición “perceptiva” en forma de estímulos sensoriales, no sólo para el crecimiento cognitivo sino también para el crecimiento emocional (Campos, 2010). Niños cuyas madres estaban deprimidas mostraron menos actividad en el lóbulo frontal izquierdo, relacionado con emociones positivas como felicidad y alegría; y más actividad en el lóbulo derecho asociado con emociones negativas.
Durante la infancia se produce un crecimiento tan enorme de las sinapsis que un niño de dos años posee más conexiones que un adulto. Este crecimiento asegura que las conexiones sean las necesarias para procesar la información del entorno; los circuitos que va creando la experiencia asegura que se vayan convirtiendo en redes. Las conexiones que no se utilicen se atrofian y mueren, lo que se llama apoptosis o poda neuronal.
Parece que las experiencias tempranas pueden tener efectos duraderos sobre la capacidad del sistema nervioso central para aprender y guardar información.
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Desarrollo motor del recién nacido
El recién nacido permanece la mayor parte del tiempo acostado en su cuna. El desarrollo motor sigue las leyes céfalo-caudales y próximo-distales del desarrollo físico, de forma que primero se establece un control de los movimientos de cabeza, y luego se va extendiendo al abdomen, brazos, piernas, manos y pies.
En el proceso de adquisición de control sobre sus cuerpos, los bebés van aprendiendo una serie de habilidades básicas. Primero será establecer la estabilidad del cuerpo, esencial para dominar las otras habilidades motoras (no se podrá sentar, estar de pie, caminar o manipular objetos a menos que pueda conservar el equilibrio). Después la locomoción, o habilidad de mover sus cuerpos a través del entorno como gatear, caminar o correr.
Todas estas destrezas básicas como agarrar, gatear o caminar son habilidades que no hay que enseñar a los niños, ellos solos aprenden cuando su sistema nervioso, sus músculos y sus huesos maduran, y cuando el entorno ofrece las oportunidades correctas. Los niños sólo necesitan con estas condiciones, un espacio para moverse y libertad para ver que pueden hacer.
Locomoción en el niño
El primer reflejo es el de marcha, que desaparece a los tres meses y partimos de otro, el reflejo de reptación, que es útil para moverse. El primer objetivo no es andar, es gatear, y tenemos que poner el foco en dos aspectos: el movimiento y el equilibrio.
Antes de que los bebés puedan gatear o andar han de madurar y coordinarse varios componentes. Durante los dos primeros meses las piernas del bebé aumentan bastante su volumen en grasa, pero no en musculatura. Aunque los movimientos reflejos de marcha desaparecen, los bebés continúan con ese patrón cuando están recostados, todas las articulaciones trabajan al unísono para producir las mismas patadas rítmicas.
Pero antes de gatear han de desarrollar la fortaleza muscular en brazos y piernas suficiente para sostener la cabeza, el pecho y el abdomen. Además, han de integrar los sistemas de desarrollo de la orientación de la cabeza, el gesto de alcanzar algo y dar patadas. Aproximadamente a las 34 semanas empiezan a desplazarse voluntariamente, hacía las 40 gatean con manos y rodillas y hacía las 49 semanas sobre las manos y los pies (Forssberg, 1985).
Entre las 36 y 40 semanas adquiere la capacidad de sostenerse en pie agarrándose a algún objeto, hacía las 48 consigue sostenerse sólo y al final del primer año es capaz de caminar cogido de la mano, uno o dos meses después lo hará sin ayuda (Forssberg, 1985). Pero estos pasos no tienen las características del caminar de un adulto, sino que caminan sobre los dedos de sus pies o con los pies planos, en lugar de apoyar el suelo con los talones como hacen los adultos.
La forma de caminar adulta se desarrolla gradualmente al final del segundo año como resultado de cambios en el control de la médula espinal, mejoras en la postura y fortaleza. Todas estas capacidades dependen de la maduración, pero también de la influencia del medio.
A los cuatro meses de edad puede sentarse con ayuda de un soporte y dos meses más tarde ya puede sentase primero en una silla y un mes después sólo y coger objetos que cuelgan o se desplazan delante de él. Una vez ha conseguido el equilibrio suficiente para sentarse, comienza la difícil tarea de conseguir este mismo equilibrio en posición de estar de pie: primero lo consigue apoyándose, pero hasta los catorce meses no tendrá el equilibrio suficiente para poder mantenerse en esta posición sin apoyos y sin ayuda (Forssberg, 1985).
Esencialmente la secuencia del aprendizaje de la locomoción es cómo realizar la transferencia del transporte del cuerpo de las manos a los pies. No todos los niños tardan lo mismo y no todos lo realizan de la misma manera. La secuencia habitual pasa por darse la vuelta, pivotar y gatear; pero algunos bebés no realizan etapas intermedias en el gateo y otros ni siquiera gatean.
Andar psicomotrizmente es lo que hemos visto, pero psicológicamente es importantísimo: amplia su arco de percepción (ve mucho más), trabaja más en la visión periférica y en la percepción del espacio, más atención, ser más capaces…
Las consecuencias de aprender a caminar suponen cambios importantes en la vida del niño y de su entorno. El mundo del niño se amplia y también su capacidad exploratoria y su perspectiva de campo visual. Este desarrollo de la autonomía es el que E. Erikson señala como principal tarea del desarrollo infantil. A mayor exploración mayor autonomía. Con la autonomía aparece y cambia el estilo de paternidad.
Movimientos de la mano. Alcanzar objetos y cogerlos
Casi desde el nacimiento, los recién nacidos siguen el movimiento de los objetos con los ojos. Su habilidad para alcanzar y coger los objetos que ven se desarrolla en un patrón característico.
Cuando los bebés tienen dos meses tratan de alcanzar las cosas con el puño en vez de con la mano. Hacía el final del cuarto mes el bebé alcanza la mayoría de las cosas con la mano abierta, el niño es capaz de hacer una prensión dirigida visualmente. La etapa final del movimiento aparece alrededor de los nueve meses, el gesto se hace mucho más preciso y directo; además, atrapar algún objeto ya no requiere la atención completa, los bebés pueden estar mirando la mano o no.
El propósito de alcanzar objetos para un niño pequeño es explorarlos. Todas las cosas acaban en su boca, también hacen rodar los que tienen ruedas, aprietan los juguetes blandos y muerden los juguetes de plástico. A los doce meses su mayor control manual produce comportamientos cada vez más sutiles y confían menos en sus bocas para la actividad exploratoria.
La adquisición de la habilidad de usar los brazos, las manos y los dedos, ilustra perfectamente el principio de maduración próximo-distal. El bebé puede colocarse en dirección al objeto, pero no puede alcanzarlo, aunque la mayoría de los movimientos no están controlados, dirige alguno hacía el objeto.
Referencias bibliográficas
- García Trejos, L. (2021). Desarrollo físico, cognoscitivo y emocional. [Trabajo de Fin de Grado, Universidad de San Marcos]. Repositorio Suwa. http://repositorio.usam.ac.cr/xmlui/handle/11506/1373
- Montesinos-Correa, Hortencia. (2014). Crecimiento y antropometría: aplicación clínica. Acta pediátrica de México, 35(2), 159-165. http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0186-23912014000200010&lng=es&tlng=es
- Campos, A. L. (2010). Primera infancia: Una mirada desde la neuroeducación. Cerebrum & OEA.
- Forssberg, H. (1985). Ontogenia del control locomotor humano I. Pasos infantiles, locomoción asistida y transición a la locomoción independiente. Investigación cerebral experimental , 57 , 480-493. https://doi.org/10.1007/BF00237835